Una lectura de derecho romano sugerida para Daniel Samper Pizano


Entiendo que Daniel Samper Pizano estudió derecho. No sé qué tanto le gustó su carrera y si ejerció alguna vez esta profesión. Sin embargo, como estudiante de derecho, él muy probablemente tuvo la oportunidad de conocer de primera mano el lugar central que tiene en el aprendizaje del derecho la disciplina del derecho romano. 

Luego de leer su columna de este domingo, en la que denuncia la existencia de una militancia feminista extremista en Colombia, me decidí a recomendarle una lectura sobre la cultura jurídica romana y el papel determinante que tuvo el latín en la creación de los sujetos hombre y mujer que nos acompaña hasta nuestros días.

En su escrito, Daniel Samper Pizano ofrece como una de sus pruebas reina para demostrar a los extremos a los que ha llegado eso que llama “machismo feminista” la existencia de un “machifeminismo lingüístico”. Este, según él, pretende acomodar de manera caprichosa el lenguaje para servir, supuestamente, fines personales de las feministas. Imagino que con la utilización de ese término por él inventado, el periodista trata de englobar y de paso descalificar una serie de críticas feministas profundas y estudiadas al lenguaje. 

Por ahora baste decir que la filosofía feminista del lenguaje ha explorado cómo el lenguaje, esta herramienta con la que pensamos y construimos el mundo, ha posicionado el uso del masculino como norma y ha contribuido a estructurar lo femenino como excepcional, lo invisible, lo otro. 

Justamente, esta reflexión me hizo recordar una lectura de derecho romano que suelo utilizar en mi clase de teorías legales feministas: Defining Gender de Matthew J. Perry, la cual se encuentra en el Oxford Handbook of Roman Law and Society. En esta se explica, entre otras cosas, cómo el latín fue esencial en la construcción de los sexos en el derecho romano y en la generación de un estatus inferior para las mujeres respecto de los hombres en este ordenamiento jurídico. 

Perry explica cómo el carácter androcéntrico del derecho romano estaba reflejado y reforzado por un lenguaje que utilizaba el masculino para hablar de la generalidad y el femenino para establecer excepciones y, claro está, limitaciones. Así, la letra de la ley romana pretendía hablar de todas las personas oscureciendo la presencia de las mujeres por medio del uso del masculino y, a la vez, separaba a hombres y mujeres por medio de un detallado sistema jurídico que establecía su inferioridad en términos femeninos. 

Esa forma de escribir y decir el derecho está presente aún hoy. Incluso en idiomas como el inglés, en el que los sustantivos no tienen género, la presencia de lo masculino como la norma se hace presente en los ejemplos de los tratados, manuales y, por supuesto, de personas que enseñan el derecho. Él o ellos son los protagonistas por defecto de las ilustraciones de las aplicaciones de las normas. Así lo expone, por ejemplo, Hila Keren, en su análisis feminista del derecho de contratos cuando indica que en el Restatement of Contracts los comentarios están cifrados en masculino. 

El lenguaje es solo una pieza más en la ordenación de la sociedad y en el establecimiento de jerarquías y diferencias entre individuos. Ahora, este es una pieza poderosa, porque nos hace posible pensar y decir, poner orden al mundo y pronunciar aquello que queremos que exista.

El estudio del derecho romano nos ha permitido entender muchas cuestiones de nuestro derecho actual. Su uso del lenguaje no es una excepción.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Por qué decidí invitar a Shrek a mi clase de obligaciones

Dos reflexiones feministas luego de la votación sobre el aborto en Colombia

Producción de manuales con perspectiva de género es clave para alfabetizar a futuros juristas