Dos reflexiones feministas luego de la votación sobre el aborto en Colombia
El pasado 20 de enero conocimos que la votación de la despenalización total del aborto quedó empatada en la Corte Constitucional colombiana. Lo que esto significa es que hay que resolver el empate por medio del nombramiento de conjueces. En este caso son dos, por cuanto son dos demandas las que cursan ante la Corporación. Llama la atención que quienes votaron a favor fueron tres magistrados y una magistrada y que quienes votaron en contra son tres magistradas y un magistrado.
Esta votación implica una oportunidad para analizar dos de las tensiones que atraviesan al feminismo.
La primera de ellas es la expectativa de que las mujeres que se benefician de las conquistas feministas representen sus ideales.
El feminismo ha librado una lucha intensa para que las mujeres encuentren un lugar protagónico en las esferas públicas. Tras siglos de activismo y generación de conocimiento, el feminismo ha logrado que las mujeres ocupen cargos en los niveles decisorios del sector público y privado. Sin embargo, el nivel de éxito de la reivindicación feminista tiene el sabor agridulce de que no todas las mujeres que logran estas posiciones son abanderadas de los derechos de las mujeres. Esto implica que nos preguntemos si el feminismo debe estar enfocado en que todas las mujeres logren este grado de participación, sin importar sus ideas, o si solo debe buscar la inclusión de aquellas que comparten y defienden cada una de sus premisas.
Responder a esta pregunta no es fácil. Ahora, hacerse la pregunta es útil, porque implica reconocer que las mujeres son diversas y que el sexo no determina automáticamente una manera de pensar. De alguna forma, plantearse este interrogante permite entender que la construcción de las identidades es un proceso más complejo en el cual la pertenencia a determinado sexo es solo una variable. Por esta razón, el ser hombre o mujer no fue un indicador del voto de la despenalización del aborto en la Corte Constitucional el pasado 20 de enero.
La segunda tensión se relaciona con el lugar que tiene la posición frente al aborto en el predicarse o ser reconocido como feminista. Esta discusión no es nada fácil y más de una vez me ha llevado a conversaciones complejas con amigas y colegas. También, he visto cómo algunas mujeres descalifican el feminismo de otras mujeres porque estas no apoyan la despenalización total o tienen dudas sobre qué posición tienen al respecto. El debate sobre los fundamentos normativos del aborto es quizá uno de los más complejos del feminismo y del derecho en general. Pero más allá de esta discusión, la cual es urgente, por cuanto la criminalización impacta a las mujeres más vulnerables e incentiva prácticas subterráneas que ponen en riesgo sus vidas, la pregunta es si las mujeres que no apoyan el aborto en estos términos pueden ser llamadas feministas o pueden aspirar a ser acogidas en el feminismo.
De nuevo, la pregunta es bastante gruesa y va al corazón de lo que define al feminismo. Algunas formas simples de responder esta pregunta nos informan que ser feminista es estar en contra de la discriminación y violencia que viven las mujeres. Si bien esta aproximación nos dice algo de los objetivos del feminismo, poco nos dice de los medios y de los diagnósticos. Es decir, esta forma de conceptualizar el feminismo no nos cuenta cuáles son los medios para acabar con esta situación, ni cómo se manifiesta en la vida cotidiana de las mujeres. Cuando se entra en esos detalles, empiezan a surgir distintas posiciones feministas y ese feminismo que parecía tan fácil identificar comienza a ser una propuesta teórica más compleja.
Afirmar que para ser feminista o ser reconocido como tal hay que apoyar de manera irrestricta la despenalización del aborto parece ser una movida reduccionista de la riqueza del pensamiento feminista. Además, esta forma de entender el feminismo puede dejar por fuera del movimiento a mujeres que, a pesar de no estar a favor del aborto en estos términos, apoyan o trabajan de forma decidida por los derechos de las mujeres en otros niveles. El feminismo no puede ser una lista de chequeo, ni tampoco puede reducirse al derecho al aborto. Si bien yo estoy a favor de su despenalización, también estoy en contra de acallar o marginar las voces de aquellas que no comparten cada una de mis posiciones feministas.
Para ahondar en esta discusión, recomiendo leer esta columna de opinión de Tish Harrison Warren, una mujer que está en contra del aborto y que se considera feminista. También, vale la pena revisitar el controversial ensayo de Camille Paglia sobre el asunto.
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